domingo, 12 de septiembre de 2010

En el Taller de Cora y Carrizales

Empiezo a escribir a las 4:43 de la tarde, la tarde es agradable, el frío soportable, e intento que las penas no sometan a mis sentimientos. Hoy alrededor mío no diviso nada más que el mundo al que estoy acostumbrado a merodear, husmeo con la mirada cada sombrío rincón, cada aparato, cada libro, cada frasco de pintura, a veces me da envidia su extraña quietud, pareciera que se traduce en tranquilidad.

Ya había comentado que había dejado la pre de Bellas Artes, hace algunas semanas. Me salí pues no soporté la presión que ejercían los síntomas de la ansiedad en mí, mis constantes depresiones, y posiblemente, mi falta de motivación. En uno de aquellos días, en los que asistía a la pre, logré escaparme con tretas del local para no volver más, o al menos en eso pensaba en aquel entonces.

Pasé un par de semanas angustiosas, me preocupaba mi futuro y al pensar en el me deprimía aún más, en algunos momentos realmente me preguntaba qué diablos iba a ser de mí. Aún quiero saberlo. Aunque no estaba en la pre intenté avanzar por mi cuenta en casa, empecé a practicar y a leer algunos temas sobre la historia del arte, pero estar en casa significa tener que lidiar con una gran cantidad de elementos que me distraen en demasía, fue así que decidí inscribirme en un Taller particular para preparación en Bellas Artes. Sharon me había anotado el nombre y la dirección de un taller pero cuando averigüé en Internet, habían distintas direcciones de aquel lo que me causó confusión. Entonces opté por llamar a un tipo llamado Shermann, el cual había visitado hace ya varios días; el tenía un taller en Jr. Ancash, por “Barrios Altos”, no me convencía muy bien el lugar pero lo llamé para que me diera información, pero aún me seguía sin convencer.

Entre uno de los fólderes que tenía acuñado en mi escritorio encontré varios papelitos con propagandas de distintos talleres, los cuales me habían dado un día que fui a comprar materiales a Bellas y fui al taller de Shermann por primera vez, había uno de un tal “Taller Bellas Artes”, que quedaba por Av. Angamos; llamé y fui a averiguar.
Cuando llegué al taller me di cuenta que era un lugar bastante pequeño, cómo una casa, me atendió Cora, una señora alta, de lentes, con cabellos algo largos y mechas rojas (en aquel entonces), ropa extraña (aparentemente hecha por ella misma) y una manera excéntrica de actuar. Pasé por la cochera, en la cual habían muchos bustos de yesos, pinturas colgadas en las paredes y grabados también, también habían ciertos instrumentos extraños de mecánica, cómo una sierra eléctrica, y otros más extraños que no sé describir. A la izquierda había una puerta la cual daba a la sala, en dónde están los caballetes, y en la cuál se hacen las prácticas de dibujo y pintura. En ese momento no había nadie. Me invitó a sentarme en una pequeña silla de madera, yo accedí.

Me dijo que las clases eran a partir de las 10 a.m. y que yo me podía quedar hasta la noche si así lo deseaba, que me preparaba en la parte de estudios, bitácora, y práctica. Mientras me conversaba observaba el lugar, había una gran biblioteca con muchos libros en el fondo de la habitación, había una cocina al lado derecho, un televisor a mis espaldas, también una radio antigua. También había muchos cuadros y grabados en la habitación. Por los suelos se paseaba un gatito gris, lo cual me hizo recordar lo que Sharon había dicho cuando describió el taller: “…Era un lugar pajaza, habían montones de gatos por toda la casa…”, pero en ese momento sólo vi una, y era la pequeña Vilma.

Vi un sobre con un nombre en él, “Carlos Carrizales” se dejaba leer impreso en la etiqueta blanca del amarillo sobre.

Sonaba “Obladi Oblada” de The Beatles en la radio, mientras ella me daba la lista de materiales. El ambiente no me pareció agradable ni desagradable, sólo lo percibí cómo un lugar tranquilo y era justo lo que necesitaba. Le pagué la cifra requerida y luego me dijo que podía empezar desde el lunes mis clases. Regresé a mi hogar luego de aquello, con algo de temor en mis expectativas. Había llegado el día de mi primera clase, me levante super temprano, cómo no lo había hecho desde hace algunos meses, me bañé, me alisté y tomé la 505 en los Quechuas, rumbo al taller.

Cuando llegué y esperé a que alguien atendiera al pobremente bullicioso llamado del timbre, me abrió la puerta un tipo greñudo, con apariencia descuidada, canoso; era de unos cincuenta y tantos años, allí conocí al profe Carrizales. Me invitó a pasar, me hizo ubicarme en un caballete, dentro del taller, agradablemente ambientado con la música clásica de la radio (pero que sin embargo no servían para aplacar mis nervios). Me dijo que dibujara un bodegón (Era el busto de un filósofo griego, del cual desconozco su nombre), en lo que esperaba a “Corita”. Me puse a dibujar, se me hizo un tanto complicado al principio, pues había perdido la costumbre de dibujar en escala grande, pero me adapte al poco tiempo.

Al rato salió Cora y me corrigió el dibujo que había hecho a regañadientes (Cómo es típico de ella y de Carrizales, y de casi todos los viejos artistas), me dijo que lo hiciera de nuevo, y así lo hice en otra cartulina, en ésta otra ocasión el viejo Carrizales me felicitó por la exactitud de aquel, por lo cual me sentí algo “bien”. Aún seguía nervioso pues el ambiente era medianamente tenso. A la hora o a las dos horas, llegó una chica al taller, era algo colorada, tenía los cabellos castaños y sujetados, vestía una casaca Jean vieja, unos pantalones (De Jean también) manchados de pintura, y zapatillas “tennis” bastante sucias. Cuando entró al salón Cora la saludó con mucha empatía y me presentó con ella, el saludo se lo di con un simple “Hola”, y ella me contestó igual, fueron las primeras palabras que crucé con Lorena. La primera impresión que me dio, por su manera de tratar y conversar con Cora, era la de una chica corriente, con pose de artista, y algo “apitucada”.

El ambiente se puso más tenso para mí aún, estaba ella conversando muy bien con Cora; hablaban, bromeaban, reían mientras yo sólo estaba allí en el caballete todo tenso. Afortunadamente Cora, se fue y así quedamos los dos en silencio en el Salón, dibujando. Después de un rato llegó un señor bastante mayor de unos ochenta y tantos años, era el señor Raúl, se puso a pintar al fondo del salón. Lorena se quitó al cabo de un rato, la vino a recoger una amiga. Yo me quedé sólo en el salón, con Raúl y así seguí dibujando toda la tarde.

Al día siguiente fue casi igual, Lorena no vino, el señor Raúl sí. Seguía pintando un hermoso paisaje, al óleo. Hice teoría del color en mi mini-bitácora (De la cual Cora me recriminó porque lo los amarillos anaranjados eran demasiado “naranjas”, y los amarillos verdosos demasiado “verdes”). Aquel día no sucedió nada trascendente, excepto que Cora y Carrizales se fueron en la tarde y dejaron el taller solo, sólo estaba yo y Raúl en el Taller de Dibujo y Pintura, en el de escultura, un par de chicas (alumnas de Carrizales).

Al día siguiente las clases se dieron normal, pero en la tarde, cuando Cora y Carrizales debían salir para un nuevo trabajo que estaban haciendo en un colegio del Agustino, nos dijeron a Raúl, Lorena y a mí si queríamos apoyar en el proyecto, y que seríamos remunerados con quince soles diarios; todos accedimos. Nos fuimos todos en taxi, Lorena, Raúl, Cora y yo, viajamos apretujados en la parte de atrás, Carrizales delante.
Llegamos al Colegio “Fe y Alegría”, el trabajo era hacer un mosaico enorme de un diseño que tenía Cora en papel, era un paisaje infantil, debíamos hacerlo a modo de que quedará cómo un mosaico “impresionista”, siempre teniendo en cuenta los colores complementarios al momento de pegar los retazos de mayólica en la pared. Me pareció un proyecto interesante y divertido, y aparte de participar en él de manera gustosa, también sería recompensado. Me animé a hacerlo, sería el primer trabajo artístico remunerado de mi vida.

Trabajamos en diferentes puntos de la pared Cora, Lorena, Raúl y yo. Carrizales estaba con la cortadora, partiendo los trozos de mayólica. Cada cierto rato el viejo Carrizo, gritaba y resondraba a Raúl por su poco dominio de los colores en los mosaicos, aquellos nos causaba mucha risa a los demás. Lorena estaba a mi costado, y más allá estaba Cora. Cada cierto tiempo hablaban un poco, pero Cora conversaba más con Carrizales.

El trabajo era muy divertido, pero al tiempo cansaba bastante. Cómo empecé a pegar mayólicas en un punto más alto de la pared, el hecho de agacharme y levantarme rápidamente me hizo marear, y hasta estuve apunto de desmayarme jajaja, fue gracioso sentir eso, recuerdo que de pronto vi todo negro y sentía que me faltaba el oxígeno. Aquel día crucé unas cuantas palabras con Lorena, nada importante. Cuando regresé a casa…regresé satisfecho.

Al día siguiente de clases, llegué al taller cómo todas las mañanas, pedí un libro sobre Van Gogh a Cora (De hecho es lo excelente de éste taller, que puedes pedir libros prestados cuando quieras), dibujé un tanto, hasta que Cora me preguntó si también quería colaborar en el mural ese día. Yo le respondí que sí, me dijo que entonces esperáramos a una chica que también iría a apoyar. Mientras esperamos ví un documental sobre Egipto. Al cabo de un rato, llegó Diana, una chica bastante pequeña, de cabellos negros y lacios, con mucho rimel en los ojos y vestida también con chompa y jeans negros. Al igual que con Lorena, ambas conversaban muy amenamente; Diana tenía una voz algo graciosa, cómo bastante agudilla. Cora nos contaba varias cosas, no recuerdo demasiado. Contaba una experiencia graciosa sobre un trabajo que tuvo que hacer: un día un tipo fue a su taller a pedir que haga un retrato de una fotografía que le entregó, cuando Cora lo acabó y el tipo vino, el señor le dijo: “Señorita, lo siento pero esa no era la mujer; esa es mi trampa”, y Cora lo contó de una manera tan graciosa que Diana y ella empezaron a botar carcajadas, y Cora no paraba de repetir lo “baboso” y “huevón” que era el señor, yo también reía.

También nos contaba del “drama” de los estudiantes de Docencia en Bellas Artes, y es que según su experiencia, los estudiantes que van para la carrera de Docencia, pierden su habilidad con el paso del tiempo, aunque al principio sean excelentes en la practica, se vuelven tipos demasiado didácticos y teóricos. Realmente…dejan de ser artistas, simplemente se vuelven profesores de arte, y cuando los alumnos le piden que pinte algo o muestre algún trabajo suyo se hace de rogar y lo hacen porque realmente no pueden producir arte. Lo que causa que los alumnos los jodan bastante.
Cuando Cora nos dejo solos a Diana y a mí, le pregunté para qué carrera querría ir. Ella me dijo “Voy para docencia, pero no quiero perder mi habilidad” lo dijo en tono medio en broma. También hablamos de otras cosas de la escuela, de manera breve, las cuales no recuerdo muy bien.

Luego de un rato llegó el señor Raúl y partimos hacia el colegio. Trabajamos cómo en los demás días y regresamos. Aquel día sucedió un incidente y es que el carro que tomamos de regreso no quiso parar en mi paradero de siempre, y tuve que caminar bastante para llegar a alguno que vaya hasta mi casa, pero por lo demás, me fue bien.

Así se sucedieron los demás días, estudiando en la mañana, yendo a trabajar en la noche. Y mientras transcurría el tiempo ganaba más confianza con todos, y me sentía cada vez un poco más tranquilo. Recuerdo un día, en el cual salimos Lorena y yo a comprar el almuerzo, nos pusimos a conversar un toque, no recuerdo muy bien de qué, ella hablaba bastante y su conversación no se hacía nunca cansada. Fuimos a la panadería y compramos Yogurt y panes para el camino, queríamos comprar algo para comer de inmediato, así que le ofrecí una “torta helada”, pero me dijo que no podía comer de eso, con lo que me quedé un tanto extrañado. Terminamos comprando dos empanadas de queso, conversamos un toque más y regresamos al taller.

Mientras íbamos a trabajar al cole, nos hablaba a Diana y a mí, sobre ella, sobre las cosas que le gustaría lograr, sobre Bellas Artes de Cuzco, sobre los convencionalismos y varias cosas, yo comentaba más que Diana, a Diana no le parecía interesar demasiado aquellos temas, por ello Lorena tampoco la consideraba tanto y más me conversaba a mí. Hablábamos sobre el consumo de “Basura” de la juventud actual, ella nos comentaba que apenas y hacía el uso de la tecnología. Coincidíamos en que apenas y consumíamos “basura” de la televisión. Ella me comentó que si no fuera necesario su cel tampoco lo tendría, y que de hecho no se lo dá a los chicos que se lo piden, ni tampoco su correo. No tiene ninguna cuenta en ninguna red social, aunque en el face tiene una cuenta con una identidad “falsa”.

Cuando nos pusimos a trabajar a ella le tocó hacer mosaicos a mi lado y hablamos durante horas. A medida que conversábamos cada vez me parecía una persona más interesante. Me hablaba también sobre su vegetarianismo, y las razones por las cuales decidió llevarlo a cabo. Bromeábamos cada tanto sobre ello. Por ejemplo ella me decía que no podía tomar cierta bebida y yo le dije “¿Entonces que toman ustedes? ¿Clorofila?”, y ella asentía riéndose. También me hablo sobre por qué decidió el camino del arte; me comentó que inicialmente estudiaba diseño gráfico. Alguien le habló y le hizo ver las cosas de manera muy distinta, por primera vez realmente ella se preguntó sobre el propósito de su vida, la razón de existir en éste mundo, coincidíamos en que no podría ser en vano. Ella me comentaba que quería cambiar la sociedad por medio de la Educación (Ella también va para Docencia), contagiar a sus alumnos ese ánimo y manera de ver el mundo, el querer hacer algo para cambiar las cosas, lograr que realmente existan personas buenas y valiosas en éste mundo. Le comenté que compartía muchos puntos de vista suyos, en realidad ahora las personas tienen las mentes tan ocupadas en cosas mundanas y vanas necesidades, que dejan de lado lo importante de vivir, el ser feliz. Me comentaba que realmente el mundo cómo ahora era una cagada, pero que tenía fe en las personas buenas, ella creía que en realidad las personas son buenas por Naturaleza. En un momento le dije “¿Y tu eres buena por naturaleza?” y ella dijo“¿Es una pregunta?”, sólo reímos. En realidad durante cierto tiempo yo creí lo contrario…que el ser humano era malvado por naturaleza. Las cosas que me dijo ésta chica me dieron mucho que pensar.

También me comentó sus deseos de viajar a Cuzco y estudiar en la escuela Cuzqueña de Bellas Artes, vivir más en contacto con la Naturaleza. Me decía que algunas veces realmente quisiera dejar Lima, vivir cómo una ermitaña alejada de la sociedad, jaja, yo le dije “¿Entonces quieres ser una Diógenes?” y respondió “No pucha, jajaja no hasta tan extremo”. También me contó sobre la biblioteca de la Fundación Telefónica que quedaba cerca de la plaza España, y de hecho ahora que recuerdo, al día siguiente faltó pues fue a leer a dicho lugar.

Así pasó el día, y regresé a casa algo entusiasmado por las cosas que me sucedían en el taller. Un jueves Lorena nos dijo a todos si queríamos apoyar en un mural que se estaba pintando en un pueblito de Pachacámac, Lorena apoya a una ONG, la fundación GEA en la cual trabaja su hermano. Aquello me hizo ver aún más su actitud filantrópica, y me causaba gracia ver que siendo mi amiga aquella actitud contrastaba con mi arraigada misantropía. Yo se lo comenté en cierto momento, me preguntó porqué aquel “odio” hacia las personas, yo simplemente le respondí que era por la gente con la cuál me había tocado toparme en mi vida. A veces cuando la escucho hablar tan animosa me causa cierta envidia, luego me daría cuenta que las cosas que ella me decía, eran en parte…ciertas. Todos dijeron que normal podrían ir a apoyarla, hasta Cora, pero el día en que se supone debíamos viajar no se pudo dar por problemas de traslado.

En la semana que transcurrió empecé a tenerme mucho más confianza con Diana y Lorena, en parte creo yo es por la gran cantidad de tiempo que estamos juntos, casi desde la mañana hasta la noche.

Un día en la mañana en el taller de escultura, estuve conversando con Lorena y salió el tema de una pintura que había sido dejado incompleta en Pachacamac, me contó sobre el chico que había iniciado la obra y la abandonó, y me dijo que necesitaban a alguien para que pudiera hacer un San Martín para la iglesia de los pobladores, yo le pregunté si se necesitaba a alguien “profesional” o algo así, pensaba en decirle que podría ser yo…aunque no estaba seguro si involucrarme, además jamás había pintado un retrato jamás y menos a escala grande, hasta que luego de un rato de conversar de pronto me dijo “¿…Puedes pintarlo tu?”.Yo accedí. Me dijo que el trato era que me darían trasporte y comida, y yo pintaría. Yo acepté, dentro de mí estaba encantado, era una nueva experiencia, y una nueva oportunidad de ampliar mis conocimientos en el ámbito muralista, además de que no tendría que preocuparme por los gastos.

El viernes Lorena me envió un mensaje al celular, preguntándome si me podía conectar. Entré a la laptop, mi hermano aceptó refunfuñando y de hecho me estuvo jodiendo en toda la conversación que tuve con ella y que tuve que acabar pronto. Me pasó las fotos del mural, y acordamos que nos encontraríamos en la Plaza de Barranco al día siguiente. En la mañana del domingo pasado, Lorena y yo nos encontramos en la plaza y partimos en el carro de su primo a Santa Rosa de Mal Paso.

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