lunes, 14 de febrero de 2011

Mierda

"Dismorfobia" (Incompleto)

"Aborto"


No han sido días agradables.

El Lunes pasado volví al taller de Cora, es extraño, siento yo cómo si hubiese pasado más de un mes dentro. Al volver Cora me recibió con cierta sorpresa, y hasta me atrevería a decir que en su contenida sonrisa podía yo percibir algo de alegría. Al llegar ví cómo con sus ojos saltones expresaba la sorpresa tan inesperado que posaba frente a ella. A mí todo el trayecto, desde tomar el bus hasta tocar el timbre y esperar fuera del portón de madera se me hizo de lo más natural, incluso la propia sorpresa de mi maestra me fue un tanto indiferente. Más al momento que me abrieron la puerta, no fue otra cosa sino asombro lo que sentí al ver quién me había abierto la puerta. Era una chica morenilla, (En el sentido de lo que se conoce cómo moreno aquí en Perú, de piel bastante oscura) con rasgos negroides, y grandes ojos negros. Me saludó con un exaltado- ¡Hola!- al cual yo contesté de manera similar. Al pasar por la cochera, vi a otro chico trabajando en lo suyo, nuevos alumnos supuse. Pero particularmente con esta chica morena, ya había tenido la oportunidad de entablar conversación varios meses atrás en las épocas cuando aún estaba en la pre. Más no fue más que una amistad superflua, y unos cuantos saludos por los pasillos en la hora del receso.

Luego de que expliqué a Cora el motivo de mi ausencia, se mostró conmovida y me charló sobre qué había sido de los chicos en todo ese tiempo. Noté la ausencia de Donald, que de hecho en toda la semana no volvió a aparecerse, empiezo a suponer que abandonó el taller. Diana tampoco estaba, la encontraríamos más tarde. Cora me invitó a sentarme y le conté sobre lo que había estado haciendo en mi auto confinación, que había estado haciendo trabajos y leyendo algunos libros, cosa que le pareció muy bien, y pudo notar, pues se dio cuenta que tenía muchos temas de los cuales tratar con ella. Aquel día había ido ligeramente ebrio, la madrugada pasada me la pasé tomando solitariamente en mi habitación, y prácticamente me la pasé hasta aquel día. Cora creo lo notó, pero no comentó nada. Me gustaba esa sensación, me sentía muy ligero, y cada paso que daba parecía fueran diez. El mundo se me movía y tambaleaba en rededor, me siento tan libre en los momentos en los cuales mi conciencia se ve alterada por un narcótico o algo parecido, me siento tan capaz…y fuerte. Sensación que se va opacando con el pasar de las horas.

Luego de un rato de estar dibujando un bodegón, el cuál Cora me dijo que hiciera un calco, fuimos a almorzar a un restaurant que quedaba a un par de cuadras, camino a la Av. Angamos, en una calle paralela que quedaba detrás del taller. Pedimos a la mesera el respectivo menú, que ahora no recuerdo en qué consistía y empezamos a comer. Hablamos de varias cosas durante aquel transcurso, recuerdo especialmente comentamos el hecho de que el Palace concert, iba a ser vendido a una cadena de supermercados, e iba a ser derrumbada, cosa que nos causaba indignación a ambos. Al cabo de un rato de pronto mientras tenía baja la mirada, escucho a Cora reírse y saludar a alguien, era Diana. Al verme se sorprendió y atinó casi instantáneamente a abrazarme. Cora que me contó que ella tenía miedo de que no volviera a ir, y siempre le preguntaba por mí. También me sentí indiferente a su abrazo…hasta un tanto incómodo. Me sentí un tanto mal por ello y sentí cierto bochorno, por no haber sabido cómo corresponderle al momento que ella lo hizo. Dentro de mí en cierto modo, sentí que no era para tanto. Una sensación incómoda había legado en mí aquel gesto.

Seguimos charlando más aún, aunque más bien dicho, cómo es de costumbre ya, Diana se robó la conversación y era la que en todo momento comentaba. Ese aspecto de ella en cierto punto, me astía…me satura. Algunas veces llega un punto en que su voz chillona me incomoda hasta sentir hacia ella cierto rencor. Sus expresiones…sus actitudes conservadoras en ciertos aspectos, su visión respecto a la vida, y su obstinación por creerse dueña de la verdad, disfrazando los inoportunos comentarios que hace con un – Yo siempre sigo las cosas que pienso en la cara- Pero cuando uno se lo dice a ella se muestra de lo más quisquillosa. Hay algo…que me repele de ella y sin embargo, no la odio, ni le tengo rencor, cuando me pongo a pensarlo. Es una chica que ha tenido muchas frustraciones y una vida difícil, incluso ahora al ver que sus aptitudes artísticas son escasas. Una vez en una salida en la cual fuimos a pasear al parque de la muralla, me comentó ella que sintió cierta envidia y apatía hacia mí, cuando fuimos a pintar a la playa de Barranco, y al ver que nuestras pinturas, distaban mucho en técnica.

A pesar de ello Diana siempre me busca, envía mensajes (incluso cuando yo no le envío ninguno), y me llama al celular. Es una actitud muy contradictoria suya que no termino de entender…A veces parece odiarme, y otras tenerme un gran afecto. Muy complicada resulta para mí esa chica.

Al día siguiente cuando estaba justo por llegar al taller, vi a Cora, la chica morena, y otra chica de piel clara, caminando hacía mi dirección, los saludé, Cora me dijo que me abriría la puerta del taller para que me quedara mientras ellas se iban a almorzar. Luego de eso al rato llego Diego, y se puso a trabajar conmigo. Al llegar las dos chicas, una de ellas se quedó dentro del taller y la morena se sentó con nosotros a hacer el creativo. Al cabo de un rato Cora nos mandó a sacar unas fotocopias a unas separatas que tenían información sobre el castillo del Real Felipe, que íbamos a visitar al día siguiente. En esa ida a la librería empecé a agarrarle confianza a María Paula, la chica morenita. Nos comentábamos que sí recordábamos que nos conocimos tiempo atrás, yo bromeaba con ella diciéndole que no estaba seguro si se trataba de un falso recuerdo mío y si en verdad la conocía. Bromeaba bastante, y no sé si era producto de mi estado de embriaguez al cual me había sometido nuevamente. Me mostraba muy confiado, estoy muy seguro que parecía un chico bastante “chévere”, pero en cierto modo mostrarme así tiene un doble filo…pues luego ven el contraste de que cuando dejo de estar eufórico.

Sacamos las copias y regresamos al taller. Toda la tarde estuvimos conversando Diego, María Paula y yo. Hablamos mucho sobre ocultismo, fantasmas, sexualidad (Pues el tema de ella era la represión sexual femenina), del novio de ella (Que también se llamaba Juan Manuel) y la pasé muy bien debo de admitir, cómo siempre cuando por primera vez conozco a alguien. Quedamos en ir al Presbítero un día en la madrugada por si veíamos algún ente o algo. Y hasta ir a una casa abandonada que ella conocía para jugar la Guija los tres. Eran planes bastante pajas, con los cuales me empezaba a emocionar. Al terminar las clases, me regresé con María Paula hasta el paradero, dónde charlamos un tanto más, hasta que llegó su bus, y casi inmediatamente después llegó el mío. Regresé a casa satisfecho.

Al día siguiente fui temprano al taller, ya todo estaba listo para partir, sólo faltaba María Paula para que fuéramos. Andrés (El chico nuevo) nos esperaría ya en el Real Felipe. Al llegar ella, salimos hasta la avenida Angamos y tomamos un taxi, en cual fuimos en la parte de atrás, apretujados María Paula, Cora y yo. Adelante iba un alumno de Carrizales originario de Iquitos. Fue un viaje largo, pero ameno, pues hasta el mismo taxista se mostraba interesado por las cosas que contaba Cora, y su elevada sapiencia en cuestiones históricas. Habló sobre el penal de Lima, el Real Felipe, y las utilidades que este había tenido cómo prisión y fuerte de defensa marítima. La manera horrible en que la gente moría dentro de ella. A los prisioneros los confinaban en calabozos largos en los cuales iban apretujados cual animales de corral, morían por asfixia, y a los cadáveres los echaban al mar. En otra época la nobleza española se refugió de los republicanos en sus murallas, al tener miedo de salir, se quedaron durante largo tiempo encerrados y al acabárseles las provisiones de alimento iban muriendo, los cadáveres putrefactos atraían ratas, las cuales servían cómo único alimento a los supervivientes o en algunos otros casos debían valerse de el canibalismo. Aún se cuentan historias de fantasmas en aquel fuerte del Callao, e incluso se siente en el pesado ambiente de sus paredes y el helado aroma de sus ambientes.

En cierto momento de nuestro viaje llegamos a un lugar bastante peligroso y desagradable, María Paula especialmente estaba asustada de que asaltaran el taxi o que el mismo taxista nos robara. Pero afortunadamente nada sucedió y llegamos hasta nuestro destino. Después de muchos años volví a aquella fortaleza, y la contemple nuevamente, pero de manera completamente distinta, con todo su esplendor. Al llegar, encontramos a Andres, charlamos un rato y luego compramos los boletos. Recorrimos dos de los cuatro torreones que hay en la fortaleza, también fuimos a los calabozos. Era gracioso escuchar cómo Cora le daba la contra a la guía, la cual se notaba era totalmente ignorante y apenas había aprendido lo que debía decir de memoria , esta tuvo que llamar a otro señor para que nos explicase el recorrido. Habían varios turistas en nuestro grupo, habían franceses, españoles, chilenos, y hasta una joven japonesa con un señor bastante mayor de igual procedencia. A mitad del camino me empecé sentir ansioso, yo lo notaba, y mi ansiedad se acrecentó con la presencia de Andrés al cual no conocía en lo absoluto. Pensamientos de juicios y rechazos revoloteaban en mi cabeza. Me sucedió algo bastante curioso mientras subía a los calabozos, y no sé hasta ahora si atribuirlo a un hecho sobrenatural. Sucedió que mientras subía una de esas escaleras de expiral, me empezó a doler bastante la pierna derecha, y a sentir una fuerte presión en ella, que no me abandonó hasta que abandoné la fortaleza. Lo sentí particularmente luego de que Andrés y yo nos aventuráramos a ir a una parte bastante oscura de los calabozos en los cuales había muerto gente. El ambiente era húmedo y pesado. Fue todo un interesante recorrido. Al final nos encontramos con Angie, que llegó bastante tarde y no nos pudo alcanzar, por lo que tuvo que hacer el recorrido con otro grupo. Comimos en un restaurant cerca, la comida estuvo deliciosa, más no la disfruté en absoluto. Los síntomas de la ansiedad, dolores de cabeza y posteriores nauseas empezaban de nuevo a aparecer. Casi no hablaba en lo absoluto, me frotaba la frente y sobaba mi rostro. Podía ver que los demás notaban la incomodidad en mí. Quería irme inmediatamente. Se lo comenté a Cora, y al final del almuerzo tomé un Clonazepam.

Me empezaba a sentir bastante ansioso, me distaba de los demás chicos, mostraba a María Paula una imagen totalmente opuesta del chico risueño que conoció el día anterior. Nadie podría entender aquel cambio, nadie. Es cómo si hubiese dos personas dentro de mí. Todo el rato estuve de aguafiestas, me sentía pésimo, la única razón por la que no volvía a casa es porque no tenía idea de cómo. Cuando fuimos al mar y ellos subieron a un bote, yo preferí quedarme. Me estuve leyendo durante todo el rato, irónicamente, ja, la obre de R.L. Stevenson, “El extraño caso del Dr. Jekyll y Mr. Hyde”, por momentos pensaba que a lo mejor en mí no sólo predominaba un solo Mr. Hyde, sino muchos. La gente a menudo se suele sorprender y esto me ha sucedido muchas veces. Tengo cambios radicales, en cuanto a temperamento y personalidad, dependiendo de mis niveles de ansiedad. Incluso hay ocasiones en que me comporto de manera extremadamente extraña. La gente me empieza a tener antipatía por ello y se aleja de mí. Cosa que muy probablemente esté sucediendo ahora. Angie, especialmente es la que siento yo que muestra más rechazo hacia mí, incluso lo veo en sus gestos. Es una persona que…no entiende, y cómo no lo entiende, y es muy complicado, es más fácil tirarme de idiota, bicho raro, o quién sabe qué, a querer entablar algo conmigo.
Nadie entiende, ni siquiera mi maestra Cora, puede concebir lo que se siente el tener mi trastorno.

Luego de su paseo, del cual no salieron muy satisfechos, seguimos paseando rumbo al musea naval, que desafortunadamente estaba cerrado. Cora y yo decidimos meternos a una mini- excursión en un submarino, en un establecimiento. Los demás chicos se quedaron. Vi un video, del todo huachafo, en una pequeña sala. Luego de eso, en un muelle yacía un submarino sostenido a este por enormes cuerdas. Cruzamos un pequeño puente y subimos a él. Con nosotros vinieron un par de personas más. El guía empezó a explicarnos, luego bajamos por unas escaleras hasta el interior del submarino. Era un lugar bastante estrecho, tenía cocina, baños, miles de botones, poleas, palancas y demás. Estuvo bastante entretenido, pero a lo mejor lo hubiese podido disfrutar más si en mi cabeza no tuviera aún esos problemas. Salimos cómo unos cuarenta minutos después y nos reencontramos con los chicos. Fuimos al paradero y regresamos todos a Lima. En el bus me quedé profundamente dormido. Al despertar ya estábamos en la Av. Arequipa, desde aquel punto me sabía yo el camino de regreso por lo que volví a casa tomando un bus hasta Canevaro y luego a Salamanca.

Al día siguiente falté, en la noche me encontré con María Paula en el messenger. Me preguntó si había regresado bien a mi casa, le respondí que había llegado bien, le di las gracias. Hablamos de lo más normal, cómo comúnmente suelo expresarme por aquel medio. Le mostré algunas poesías mías, me dijo que le gustaban mucho. Bromeábamos, reíamos, y hasta me decía que algún día me invitaría a su casa a escuchar música y si quería me podía quedar allí si se hacía muy tarde. Planeamos, hablamos de satanismo, el Ku Flux Klan, fantasmas y si aún seguían en pie nuestra visita al cementerio. Dentro de mí, sin embargo, no esperaba con entusiasmo nada.

Al otro día no me fue mejor, la actitud de Angie…su energía, o lo que fuera me atormentaba, no podía comportarme normalmente. Estaban los tres a un lado. Hablaban de temas bastante curiosos, graciosos, comentaron sobre el punto P del hombre y G de la mujer, Andrés les comentó que alguna vez le intentaron meter algo a él, Angie contaba que no tuvo una buena experiencia con el sexo anal y que los hombres eran unos egoístas al no pensar en el dolor de ellas. Hablaban de sexo con animales también. Reían y se vacilaban, y me pedían mi opinión una que otra vez. Aún así me sentía incómodo, no estaba con mi grupo…mi gente, no era lo mío. Hay algo en ellos que no va conmigo. Siento que son superficiales, que me juzgan, que se burlan. Aquel día entablé un poco más de amistad con Andrés, vio mis trabajos y creo, empezó a entenderme más, vio que mi tema era sobre “Fobia Social”. Cora me comentó que el también sufría de ansiedad, aunque no al mismo grado que yo, por lo visto y no le dificulta en lo absoluto en sus relaciones sociales. A lo mejor y por eso me comprendió. Me invitó a salir a webear por Barranco con María Paula. Yo no le respondí, o le respondía vagamente. Al final me metí al salón, saqué la hamaca me acosté y me puse a leer un libro. Me quedé dormido durante un buen rato después, era gracioso jaja, pues Sara (Alumna de la escuela) estaba a mi costado haciendo un grabado, mientras me veía dormir. Luego entraron los chicos, iban a ver una película de Mozart, que yo y Diana ya habíamos visto. Y me fui del taller con ella.

Quedamos ella y yo, ir el sábado a comprar materiales, yo le había propuesto la salida, y en verdad sólo era una excusa para querer salir con ella y conversar, realmente necesitaba y necesito hablar con alguien. En la noche al llegar a casa, me fui directamente a dormir, no tenía ganas de nada. Y me llamó Diana cómo unas cinco veces, despertándome reiteradamente para acordar sobre la salida del día siguiente (Que jamás se concretó), en una de esas llamadas, me dijo que había conversado con Lorena y pensaba hacer un reencuentro, a lo que yo le respondí que bacán. Al día siguiente a eso del medio día me llamó ella diciéndome que no iba a poder y que lo pospondríamos para la otra semana, de verdad, ya para ese entonces me dio igual salir o no.

Mañana ya será otro día. Mañana volveré al taller.
Aún sigo esperando cambiar…

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