jueves, 1 de diciembre de 2011

La noche que jamás sucedió




Estoy escribiendo desde una cabina de internet, hace más o menos una semana me dio una de mis crisis dentro de mi cuarto, en el cual me encontraba completamente solo, había pasado una semana de mierda, aún sigo saboreando la mierda. Me mantuve ebrio durante unos cuatro o tres días, vomite mucho y aún así acudía a la escuela con una resaqueada maldita con fuerzas sacadas de no sé dónde. Mi crisis me vino un día después de clases, inicialmente empecé a tener concurrentes alucinaciones mientras estaba botado en cama, las mismas me impedían pararme, aún recuerdo lo que percibían mis sentidos en aquel entonces, a parte de mi incapacidad motora, las alucinaciones eran principalmente auditivas; recuerdo que escuché a mi familia "al fondo", escuchaba las risas de mi madre, de mis abuelos, de mi primo pequeño, era una escena muy familiar, realmente me estaba creyendo la alucinación, hasta que tuve un chispazo de cordura y me di cuenta que era imposible y efectivamente no era posible que aquello estuviese sucediendo, también escuchaba voces desconocidas por momentos, e incluso risas burlonas las cuales aumentaban y se hacían cada vez mas tortuosas.

Mi corazón latía muy rápido, era la taquicardia que siempre acompaña esos momentos horribles, fui conciente de que era de las crisis más intensas que había tenido hasta el momento, muchas cosas la originaron, muchas, cargo con demasiado estrés, distintas cosas, muchas de esas las mismas de siempre, mi personalidad, mi carácter, la gente, problemas con algunos chicos, algún insulto o burla ocasional en la calle que mi organismo o sistema nervioso aumentaba su efecto por un millón. Intenté levantarme y por alguna razón evitaba rozar con cosas, cada vez que chocaba con algo era insoportable y lo hacía a un lado violentamente, o lo tiraba al suelo con fuerza, me vino un mareo, había sido una mala idea levantarme, yo lo sabía, quise volver a la cama, el mareo nuevamente, y en un momento dado me iba a caer, y para apoyarme lo hice sobre la pantalla de la laptop, la cual se rompió.

Me sentí cómo un perfecto imbécil, me deprimí demasiado, esto era el colmo, el colmo de toda la mierda que me había pasado en toda la semana, era casi estúpido, rozaba lo ridículo, cualquiera se podría burlar de ello, empecé a considerar la idea de abandonar Ica de una vez por todas, la otra vez también casi me caía por la escalera de la casa por la misma razón. Ya era mucha webada, me odiaba también, por que Jason me debía dinero y el muy hijo de puta no me pagaba, sentía que solo un idiota le hubiese prestado dinero a alguien y que luego lo estén paseando, me aborrecía por no tener carácter suficiente para gritarle y decirle que me tiene que pagar como sea. Aún sigo haciéndolo.

...

El miércoles me desperté tarde, ya era demasiado tarde y tenía demasiado sueño, pues me había quedado pintando toda la madrugada, había decidido ya no ir a la escuela, total, nada más teníamos un solo curso, que era pintura, y en ese taller, pues no me iba nada mal, además de que estaba muy adelantado. Aún seguía dormitando hasta que de pronto suena el celular quitándome e interrumpiendo mi sueño jodidamente; era Naysha, me dijo si podía ir a la casa para avanzar la pintura, lo de historia, y de paso ponerme al día en historia también, también incluyo el hecho que se iba a quedar a dormir, cosa que me entusiasmo y me hizo ver el asunto de manera más interesante. Iba a ser muy divertido, pensaba, total, Naysha y yo éramos buenos amigos, nos teníamos confianza, nos contábamos nuestras cosas, y además sufríamos de las mismas cosas, cosas del corazón y esas mierdas sentimentales.

No demoro mucho, escuche un mototaxi que se paraba en frente de la casa, y luego escuché que ella me llamaba, previamente había ordenado bien mi cuarto, barrido, limpiado el baño, tendido mi cama, que curiosamente casi nunca hacía cuando algún compañero me venía a visitar y simplemente me excusaba en un "Puta, pero te advierto que mi cuarto esta hecho un asco, y mejor esta un chiquero". Bajé a recibirla, le abrí la puerta y me saludó, me obligó a darle un beso con eso de la entrega de la mejilla.

Hablamos un poco, mientras estábamos sentados en la cama, nada trascendental para que lo recuerde ahora, mucho menos ahora que ya pasó más de tres semanas desde aquel entonces. Nos esmeramos en alimentar la plática durante un rato, a medida que pasaban las horas mientras me ponía al tanto en los temas del curso de historia y ella estudiaba para el examen que teníamos el día de mañana, nos fuimos silenciando, silencios para nada incómodos; nos habíamos dispuesto en la cama de tal forma que yo estaba acostado paralelamente a la cama mientras que ella, recostada sobre la pared, cruzaba sus piernas con las mías perpendicularmente; yo con mi cuaderno, y encima de sus piernas la laptop.

Estuvimos sumidos en nuestros trabajos largo rato, tal vez ella mucho más que yo, ya que no podía evitar sentir cierto placer erótico, cada que ella se movía y rozaba sus piernas con las mías, o se levantaba a ver mis avances y sentía sus brazos, o su pecho recostado sobre mí, el hecho de sentir su piel tan cercana a la mía y solo distanciada por una fina capa de costuras, estimulaba mi imaginación, haciendo divagar mi mente entre los más pecaminosos y poco puritanos pensamientos; nunca había tenido tanta intimidad con Naysha, pero no estaba escandalizado, todo lo contrario, estuve tranquilo y satisfecho de que llegáramos a ese nivel de confidencialidad. Por momentos, cuando exhaustos de tanta actividad ininterrumpida, yo le decía que se recostara a mi lado y conversásemos. En una de esas pláticas me sacó el tema de Ronald, el cuál por enésima vez lo estábamos tocando. Ella tenía esa costumbre particular de ponerme al tanto de sus penas y desgracias amorosas y estoy casi seguro de que soy de los pocos "privilegiados" que cuentan con esa suerte.

Por alguna razón algo en mí le inspira confianza, tal vez alguna virtud incógnita para mí, heredada, y muchas veces me aventuro a creerlo así, de mi madre y abuelo, a quienes he visto que logran confraternizar e intimar con personas que los llegan a conocer hasta lo más profundo y sincero de su ser, creando una conexión con ellas tan intensa, que aquellas les exponen desde los aspectos más felices y jubilosos de sus vidas hasta los más íntimamente dramáticos y desgraciados. Siempre me he cuestionado cuál sea esa virtud, que con tanta facilidad expone y les brinda la certeza a quienes ellos conocen de que tratan con personas sinceras y diáfanas, cómo realmente son ellos dos.

No con ello me jacto de poseer tal o tales virtudes a un grado esplendoroso, pero dentro de mí, con mucha tranquilidad creo yo, dentro del poco conocimiento y certezas que tengo yo de mí mismo, puedo afirmar que soy una persona honesta y alejada en gran medida de las malas intenciones.Y esta cualidad, aunque la he comprobado con personas como Jason o Ronald, la sentí más acentuada con la confianza que me tiene Naysha.

Ella estaba muy segura que después de aquel beso que se habían dado algunos días atrás había reanudado su relación, cosa que me hizo vacilar durante unos momentos.
-¿Estás segura Naysha?- le pregunté.
-¡Sí!-me dijo con énfasis.
-¿Segura?- le dije entre desconcertado y confundido.
-¡Si! ¿Por qué lo preguntas?
-Por nada.
-¿Seguro? ¡Mírame y dime la verdad!
-No, en serio, sólo que me parece muy curioso. Qué bueno por ustedes.

No dije nada más al respecto, y si volvía a sacar el tema, rehuía a aquello. Yo sabía que no era verdad, o por lo menos que Ronald nada quería ya con ella. Yo los vi abrazados aquel día, lo cual me hizo sentir bastante extrañado, sin embargo dejé pasar ese suceso y supuse que habían vuelto; no le tomé importancia. Sin embargo, hace unos días, él mismo me comentó algo: me había dicho que ojalá que Naysha no haya confundido las cosas por el beso que se dieron en la salida de aquel día y que él no quería volver con ella, me lo dijo el mismo día en que vino a mi casa a hacer hora y pasar largo rato charlando juntos, cómo no habíamos hecho en mucho tiempo, por quién sabe qué razones, ya que habíamos vuelto a distanciarnos y yo a sentir nuevamente cierto recelo o desconfianza hacia él, aún incluso luego de que habíamos tenido prolongadas y amenas charlas antes. Ese mismo día fue cuando me comentó que sentía algo por otra persona de nuestra aula, por Damaris, secreto que me confió y yo juré guardar celosamente.

Yo no podía comentarle nada de ello a Naysha, ni cagando, mi conciencia me lo prohibía, sabía que luego sentiría un enorme sentimiento de culpabilidad y traición, no sólo por romperle el corazón a Naysha, si no por faltar a mi palabra con Ronald, aún incluso cuando una parte de mí, influenciada tal vez por arcaicos y presuntamente olvidados sentimientos, quería hacerlo, únicamente con el mero fin de que repudiase a Ronald y así entre amargos llantos lo olvidara y enterrara por siempre; mas recuperé nuevamente la cordura, y me di cuenta que incluso revelando su traición, sería inútil; ciega ella, jamás ignorará los designios de aquel ingenuo, poco experimentado y obcecado corazón suyo.

De pronto ella sacó un lienzo, en el cual estaba plasmado un paisaje inacabado, y se puso a trabajarlo mientras yo seguía con lo de Historia, aquello nos distanció un tanto, no hablamos demasiado ya, la música que se reproducía en la laptop rellenaba los espacios vacíos de aquel guión y de aquel reducido escenario, los cuales simulaban una obra que no tenía desenlace fijo, ni rumbo alguno.
Ella comentó algo sobre el bochornoso calor que se sentía en el cuarto, yo le comenté en un tono burlesco que deberíamos comprar algo para tomar; ella no respondió. Para despejarnos salimos a almorzar, a pesar del insoportable bochorno en la casa, afuera el cielo estaba nublado, y apenas los rayos del sol lograban sobresalir penosamente de entre las espesas nubes. Ya en el restaurante, no platicamos nada sobresaliente, a no ser por alguna ocasional y reiterada plática sobre Ronald, mi situación con Flor, o la escuela. Después de comer volvimos a casa.

La situación se repitió y no varió demasiado, ella en lo suyo, yo en lo mío. Fue casi a eso de las seis y media de la tarde que terminé mis deberes, y haciendo alusión a su anterior comentario sobre el insoportable calor que hacía, le dije que deberíamos salir a comprar un par de "chelas", esta vez ella se mostró animosa; me dijo que qué tal si mejor comprábamos vino o pisco, lo que yo asentí, y acordamos en comprar el licor en el Plaza Vea que quedaba por la escuela. Para cuando salimos al supermercado ya había oscurecido, fuimos hasta una esquina y tomamos un mototaxi, en el trayecto ella me comentó lo irónico que son las temperaturas de acuerdo el contexto en Ica, pues mientras que dentro nos moríamos de calor, en la calle nos cagábamos de frío; atiné a abrazarla, y le dije que si se sentía mejor, ella hizo sí con la cabeza; le pregunté si no le incomodaba, pero ella me dijo que así estaba bien, no intercambiamos palabra y permanecimos así hasta llegar a Plaza Vea.

Compramos una botella grande de Pisco Queirolo, una bolsa enorme de Piqueo Snax, y una botella de 3 litros de Inca Kola. Volvimos a casa rápidamente, nos acostamos en la cama, ella junto a la pared y yo en la orilla de la cama, serví un cóctel de gaseosa y pisco, combinado, improvisamos unos vasos con un par de envases pequeños de yogurt  y reprodujimos una película-documental de la BBC sobre los impresionistas en la laptop. En ella un anciano Monet narraba las vivencias por las que pasaron algunos de los miembros de aquel movimiento pictórico y la evolución de ésta, y las peripecias, rechazo, desprecio y posterior aceptación de unos de los primeros movimientos de vanguardia del siglo XIX. Pero toda la preciosidad de ésta película quedó opacada y filtrada en cuanto la percibíamos con nuestros ojos y oídos, por el efecto del alcohol que cada vez se acentuaba más y más. Las charlas entre ambos empezaron a carecer de sentido, pura carcajada, pura "chacota", incluso reíamos de escenas que no tenían nada que ver con lo cómico; ya tan poco nivel de control teníamos sobre nuestros cuerpos que cada espasmo producido por la incontenible risa irracional de la que padecíamos hacía chocar a nuestros cuerpos, literalmente, encontrábamos reposo uno en el otro; descansábamos el ferbor yaciendo uno sobre otro por intervalos; a veces eran nuestras mejillas, otras, una nariz y un cuello, un hombro, un ojo, un seno, sobre el cual a veces exhalaba mi embriaguez; una acomodadita del brasier, por momentos, parecía que la Naysha conciente, y custodia de una virginidad inmaculada aún no se perdía del todo, pero ello sólo era lo que yo creía.

Lo de la laptop y la película se borró de mi memoria, casi puedo decir yo, irreversiblemente, ora a causa del alcohol, ora que a la limitada capacidad de mi cerebro en ese estado le daba importancia a otras cosas, como lo casi onírico y ensoñado que vivía en aquel entonces. Recuerdo que dejé la laptop cuidadosamente al lado, sobre un mueble, no terminamos de ver la película, tampoco la botella de pisco, que casi con desesparación bebíamos lo más a prisa que podíamos, a fin de embriagarnos rápido.

Vi a Naysha, y estaba cagada, era obvio, se dejó, o mejor dicho nos dejamos intencionalmente abrazar por esa ambrosia divina a la cual damos el nombre de alcohol, para liberarnos de cualquier concepto moral, religioso, paradigmático, etc. que pudiera tenernos cautivos y dar rienda suelta a los más primitivo de ambos, que era aquel estado. Yacía acostada, con los ojos entreabiertos, medio sonriente, medio fastidiada; contemplé a mi alrededor, apenas podía distinguir las cosas a no más de tres o cuatro metros de distancia, no tenía idea de qué hora era. Ella me pidio entre balbuceos, que apagara la luz pues le molestaba, a lo cual yo accedí, para luego acostarme junto con ella, justo al costado, jamás sabré como lo hice sin que ella protestara en absoluto; ella volteó, y quedamos cara a cara, no podía ver su rostro más que con la claridad que me permitía la luz de los faroles filtrándose por la ventana, sentía en mi rostro su respiración cálida, su aliento al intentar balbucear algunas palabras que quedaron en nada.

Reíamos en complicidad sin saber porqué, que a lo mejor era el estado deplorable en el cual nos hallábamos. Me decía -Somos unos pollos y así hemos tomado todo eso-. Yo reía a carcajadas igual, -Oye te voy a voy a buitrear en la cara- le bromeaba, y me decía imbécil, cómo siempre llama a todos los hombres que se le acercan cuando ella está ebria, pero había algo diferente, a Naysha la había visto ebria cómo unas tres veces, pero siempre se mostraba fuera de control y con ánimos de llamar la atención a Ronald; cuando la primera vez la encontré cagadaza, sentada en los escalones de la escuela, me acerqué a ella e intenté abrazarla, pero me largó con insultos y burlas, en cambio ahora se la veía calma y sumisa.

Un cúmulo de posibles palabras para no desaprovechar el hecho de sentirme tan cercana a ella se me venían a la mente, mientras yacía ahí botado, junto a ella, ahora con uno de sus pómulos rozando mi mejilla.
Decidí ser directo, mandar a la mierda lo de mejores amigos, que ella tuviera enamorado, que yo andara con Flor...
-Quiero besarte- pronuncié, casi sin balbucear.
-No lo sé...-respondió dudosa.      
-Quiero besarte, Naysha.
-Quiero besarte...
-Quiero besarte...

No paraba de repetirlo, cual si encaprichado estuviera y a toda costa quisiera conseguir aquel beso que tan asiosamente idealicé durante tantas noches entre fantasias y masturbaciónes no infundadas, o al menos así lo creía, lo cual lo hacía más deseable.

Y luego del juego estúpido del animal y la casta, me lo concedió.
Y -Sí, bésame...- entre susurros me dijo, y fue casi instantáneo, y no tuvo tiempo de entregármelo, porque yo se lo arrebaté, y nos besamos con tal frenesí que sentí casi desgarrar la carne de sus labios, al morderlos los sentía tan rojos, en toda la gama de colores cálidos que su espectro me pudiera dar ese color, aún sin poder verlos; me agitaba y sentía agitarse a ella, y cuando descansabamos, aquellos intervalos servían cómo excusa para saborear aquel sabor ajeno y único que podía darme su saliba escurriéndose por mis labios para luego morir en mi mentón, y volvían a encontrarse nuestros labios de nuevo, nuestras lenguas eran una suerte de falos, embriagados en jugos que revoloteaban y se acariciaban en nuestras bocas húmedas, despacio y rápido nos absorvíamos el aliento, que contaminado por el licor enardecía mi deseo, aquel juego para mí era ya el éxtasis divino, eso, y el morbo que me provocaba el confirmar que ella sabía cómo responder a mis estímulos, aún se hiciera la muy inocente.
    
 En un momento me encontré encima de ella, nos cogíamos de las manos y continuábamos con todos esos besos antes imposibles, pensaba en atreverme a más y las posibles consecuencias negativas que aquello podría tener en nuestra relación, y qué mierda, antes de aquella noche todo ya estaba cagado para mí, tenía un ánimo de la cagada, mi enfermedad me hacía la vida mierda, Flor me ignoraba...; realmente, no tenía nada que perder. esperando alguna negativa que nunca llegó. No recuerdo exactamente en que momento metí mis brazos por debajo de la chompa que ella traía puesta, y desplazando su brasier, apretujé suave y violentamente sus senos, nuestras bocas seguían en lo suyo. Cuando me sentí más en confianza me aventuré a intentar bajarle el pantalón de licra, que en algún momento, ayudado por la divina providencia del destino, opto por ponérselo. Acaricié su sexo, aventurándome a probar todo el erotismo sensitivo que en mi causaba el palpar todas la texturas humedas en la que mis dedos se desplazaban. Ella estaba muy humeda, su sexo embuído en fluidos estimulaba pornográficamente mi imaginación, sin embargo nada llegó a más luego de aquello.

Recuerdo vagamente que en un momento ella se puso a llorar, y a sacar de nuevo el tema de Ronald; al final para consolarla con la certeza o condenarla por lo crudo de la realidad, le conté acerca de los sentimientos de Ronald para con Damaris. Su llanto fue mudo en ese instante, pero estoy seguro que, sufrió mucho más de lo que había aparentado antes. Por momentos parecía arrepentirse por entregarme demasiado y volvía a acomodarse la ropa, sin embargo todo era en vano, pues al cabo de unos minutos nos estabamos besando nuevamente y acariciandonos.

Mientras ella lloraba, en un momento me empecé a sentir lástima por ella. Me sentí tan basura cómo aquel individuo que alguna vez había abusado de ella cuando niña. Esto fue algo que ella únicamente había confiado a Ronald y a mí. Al pensar en ese tipo, me ponía mal imaginar que era tan lacra como ese tipo. Sin embargo ella me abrazaba, diciéndome que eran cosas muy distintas y ella seguía queriéndome y no quería que yo deje de ser parte de su vida. Y así, gracias a la bipolaridad que nos garantiza aquel estado deplorable, seguimos llorando y riendo durante esa madrugada que parecía nunca acabar.

-"Esta noche se lograron todos lo besos que nunca te pude dar" fue de las últimas cosas que le dije, luego de asinserarnos los dos y confesar que de no haber sido por Flor, a ella le hubiese gustado estar conmigo al igual que yo.

Al día siguiente ninguno de los dos dijo nada al respecto, al igual que los días siguientes a lo acontecido, casi no cruzamos palabras, y envíamos todo aquel suceso al saco del olvido, para simplemente volver a ser su "mejor amigo".